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Don Pramudwinai
Vice Primer Ministro y Ministro de Relaciones Exteriores de Tailandia
El año 2020 fue verdaderamente un momento disruptivo en la historia mundial. La rápida propagación de la pandemia de la COVID-19 logró detener incluso la ola de globalización y obligó a los gobiernos a entrar en confirnamiento. Las empresas se vieron obligadas a cerrar, lo que en algunos casos provocó licencias o desempleo y agravó aún más las desigualdades sociales existentes. Todos se dieron cuenta de que los negocios nunca volverían a ser los mismos y comenzaron a aceptar el concepto de una "nueva normalidad".
La pandemia es un duro recordatorio de que nuestra vida está llena de incertidumbres y parámetros desconocidos. En el peor de los casos, ni siquiera sabemos lo que no sabemos, dejándonos completamente desprevenidos una vez que sucede. El daño de estas "incógnitas desconocidas" o "cisnes negros", como lo llaman algunos teóricos, es cada vez más problemático ya que el mundo se está volviendo más pequeño y más entrelazado. En estas condiciones, para una nación de tamaño mediano como Tailandia, siempre hemos reconocido que el multilateralismo, que apunta al crecimiento sostenible, será la solución imperante en respuesta a los cisnes negros. La idea es que los desafíos que más nos golpean suelen ser los que socavan la seguridad humana. Por lo tanto, los países deben trabajar en conjunto; de lo contrario, el problema persistirá, desplazándose perpetuamente a otra parte. Esto ha llevado a nuestra defensa del desarrollo sostenible en todas las instituciones multilaterales que hemos fundado o adherido, desde la Liga de las Naciones hasta las Naciones Unidas, y regionalmente, desde la ASEAN hasta la ACMECS y la ACD, por nombrar algunas.
La justificación es evidente y los beneficios son previsibles. Las países que no son grandes potencias deben combinar sus capacidades para mejorar el apalancamiento político o lograr objetivos compartidos que no tendrán éxito en solitario, como el cambio climático, el desarrollo sostenible y, por supuesto, la gestión de pandemias. La COVID-19 ha demostrado que las "grandes potencias" tradicionales no tienen poder sobre tales perturbaciones y necesitan colaboración y trabajo en red para derrotar a este enemigo común. Reconocer que “nadie está a salvo hasta que todos estén a salvo” subraya la importancia de la cooperación multilateral más que nunca.
Cuando terminó la Guerra Fría en la década de 1990, la cooperación económica se convirtió en una agenda prominente, lo que llevó a la formación de agrupaciones regionales a las que Tailandia se unió o en las que desempeñó un papel importante en su fundación. Estos incluyen APEC, BIMSTEC, ACMECS y ACD. Junto con la ASEAN, estos marcos sustentaron la noción de "prosperar con tu vecino" en la política exterior tailandesa y han dado lugar a muchos arreglos tangibles que han fortalecido nuestra determinación y solidaridad cada vez que la región se encontró con "cisnes negros" en el pasado. La crisis financiera asiática en 1997 y el SARS en 2003 nos brindaron lecciones valiosas.
La ocurrencia de la COVID-19 y la forma en que las naciones deben coordinar sus respuestas probablemente seguirán patrones similares en términos de cooperación regional. Por ejemplo, Tailandia ofreció todo su apoyo a Vietnam, Presidente de la ASEAN, en la organización de la Cumbre Especial de la ASEAN y la Cumbre Especial de la ASEAN más Tres sobre COVID-19 en abril de 2020. También propusimos el establecimiento del Fondo de Respuesta de la ASEAN para la COVID-19. Esto recuerda a Tailandia siendo el anfitrión de la Reunión Especial de Líderes ASEAN y ASEAN-China y la Reunión Ministerial de Salud de APEC cuando el SARS golpeó la región en el 2003. Demostró con razón la necesidad y las ventajas de sinergizar esfuerzos para contrarrestar una amenaza común y prepararse para cualquier desafío disruptivo futuro.
A lo largo de los años, Tailandia ha perseguido constantemente un tema común en todos los marcos regionales: la necesidad de fomentar un crecimiento sostenible que sea equilibrado y se base en las necesidades y los derechos humanos básicos. La determinación común de la comunidad internacional de no sobreexplotar los recursos permitirá que las generaciones futuras disfruten de entornos sociales limpios, decentes y ecológicos en cualquier región del mundo.
El mundo posterior al COVID requiere un replanteamiento, un cambio de paradigma, de cómo perseguimos el crecimiento económico. Nuestro camino actual ha puesto las actividades humanas en conflicto directo con la naturaleza, creando desequilibrios en las formas del cambio climático, la pandemia e incluso el malestar social. El gobierno tailandés incluyó recientemente la Economía Bio-Circular-Verde, o el Modelo BCG, en nuestra agenda nacional. Será nuestra principal estrategia para la recuperación económica y el desarrollo después de la pandemia y más allá. A través de estrategias de crecimiento innovadoras y sostenibles que satisfagan adecuadamente las necesidades humanas, ayudando a sacar a millones de personas de la pobreza respetando el planeta, esperamos lograr un equilibrio, o un camino intermedio, que armonice la producción y el consumo con la preservación del mundo natural. Dado que otros países también comparten ideas similares, Tailandia espera trabajar con socios de ideas afines para transformar esos conceptos en productos concretos que beneficiarán a las personas de todo el mundo en general.
Dado que la economía mundial actual sigue atravesando dificultades mientras que los principales motores de crecimiento de Tailandia muestran signos de desaceleración, la colaboración multilateral debería formar parte de la estrategia de salida de Tailandia. Por ejemplo, para colocar a Tailandia en una mejor posición en la cadena de valor global, es esencial el compromiso regional continuo para desarrollar redes de transporte y la armonización de regulaciones. Mientras tanto, la pandemia ha estimulado un tremendo crecimiento en la digitalización en varias áreas, incluidas las empresas, la telemedicina y la educación a distancia. Debemos aprovechar esta oportunidad para acelerar la cooperación para conectar y actualizar nuestra infraestructura digital y comercio electrónico.
Estas tendencias se alinean con la estrategia de Tailandia 4.0 para transformar la economía del país en una que esté impulsada por la tecnología y la innovación, con industrias de mayor valor agregado. El Corredor Económico del Este (CEE) se encuentra en el centro de esta estrategia y promueve la inversión en doce sectores específicos, como la como la automotriz de última generación, electrónica inteligente, y alimentos para el futuro. Todas estas industrias son un buen augurio para la creación de empleo y el dinamismo económico en Tailandia y la región, ya que el CEE se ha convertido en un imán notable que atrae inversores extranjeros debido a sus instalaciones logísticas y ubicación estratégica.
La política regional de Tailandia también aboga por el comercio libre y multilateral. Cabe mencionar que la firma final de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) el año pasado no podría haberse logrado sin la celeridad de negociaciones sobre los 20 capítulos de la RCEP durante la Presidencia de la ASEAN en Tailandia en 2019, lo cual fue una gran hazaña. El acuerdo ampliará las oportunidades de comercio e inversión para que los empresarios tailandeses accedan a un mercado de 2,200 millones de personas o casi un tercio de la población mundial.
Con tales perspectivas, la asunción por Tailandia de la presidencia de la Iniciativa de la Bahía de Bengala para la Cooperación Multisectorial, Técnica y Económica (BIMSTEC) del 2021 al 2022 y de APEC en el 2022 es muy oportuna. Coloca a Tailandia en una posición única para fortalecer los vínculos y desempeñar un papel constructivo en el diseño de un plan de recuperación económica posterior al COVID para un crecimiento regional que sea sostenible y saludable.
En el marco de BIMSTEC, Tailandia impulsará la mejora de los enlaces terrestres y marítimos para fortalecer la infraestructura de transporte y facilitar el comercio. Uno de los proyectos emblemáticos es la carretera trilateral de 1,360 kilómetros desde la provincia de Tak, en la frontera occidental de Tailandia, a través de Myanmar hasta la ciudad fronteriza india de Moreh en el estado de Manipur. Con respecto a la conectividad marítima, Tailandia prevé unir la provincia de Ranong en la costa de Andaman con la ciudad portuaria de Krishnapatnam en Andhra Pradesh de la India, como un canal adicional para promover el comercio interregional.
En lo que respecta a APEC, Tailandia tiene la intención de hacer avanzar la agrupación y concretar la Visión APEC Post-2020 para promover el comercio y la inversión. Buscamos promover la digitalización para impulsar el crecimiento económico y mejorar la inclusión empresarial para todos los grupos de la población, en particular las mujeres, las personas con discapacidad y las comunidades rurales.
En esta era de cambio perpetuo, Tailandia se da cuenta de que tanto nuestras fortalezas internas como nuestras alianzas internacionales son vitales si queremos estar completamente preparados para la “Próxima Normalidad” y ser capaces de aprovechar las incertidumbres externas. Dado que el año 2021 es una fase de transición hacia la recuperación posterior al COVID-19, Tailandia espera trabajar en estrecha colaboración con nuestros socios internacionales para lograr un repunte global y dar forma a un futuro sostenible para nuestra próxima generación.
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